Alejandro Romualdo |
Transcurría el año 1967, cuando el periodista César Augusto Arauco puso en nuestras manos un libro que hasta hoy revisamos con afecto: Antología general de la poesía peruana, con selección, prólogo y notas de Alejandro Romualdo y Sebastián Salazar Bondy. Era una bella edición del año 1957, con una selección seriamente realizada, amplia, sin restricciones, fuera del relativismo cultural que entonces imperaba. Era un producto que se había logrado gracias al interés de Librería Internacional del Perú, con pasta en cuerina verde y papel biblia. Desde entonces, Alejandro Romualdo era para nosotros parte de una presencia poética significativa, intensa, con el fervor que tenía Latinoamérica por dar lo suyo al quehacer cultural del mundo, tarea que todavía queda pendiente. Romualdo fue sin duda más de una vez un buen contestatario, en la orilla opuesta a lo que entonces se entendía como poesía pura. El libro llevaba, en su parte final, el famoso Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad. El miércoles 28 de este frío junio, tuvimos la triste noticia de que Alejandro había muerto posiblemente dos o tres días antes, pues dado que vivía solo los demás humanos comprobamos su muerte tardíamente.
OBRA POÉTICA: La torre de los alucinados(1951), Poesía(1954), Edición extraordinaria(1958), Como Dios manda(1967), El movimiento y el sueño(1971), Cuarto mundo(1972), En la extensión de la palabra(1974), Poesía íntegra(1986)
Queremos
recordar siempre al Romualdo de carne y hueso, vital, en
vibración de hombre, a través de tres poemas que mejor representan su mundo
poético.
CANTO CORAL A TÚPAC AMARU, QUE ES LA LIBERTAD
Yo ya no
tengo paciencia para aguantar todo esto (Micaela Bastidas).
Lo harán
volar
con
dinamita. En masa,
lo cargarán,
lo arrastrarán. A golpes
le llenarán
de pólvora la boca.
Lo volarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo pondrán
de cabeza. Arrancarán
sus deseos,
sus dientes y sus gritos.
Lo patearán
a toda furia. Luego
lo
sangrarán:
¡y no podrán matarlo!
Coronarán
con sangre su cabeza;
sus pómulos,
con golpes. Y con clavos
sus
costillas. Le harán morder el polvo.
Lo golpearán
:
¡y no podrán matarlo!
Le sacarán
los sueños y los ojos.
Querrán
descuartizarlo grito a grito.
Lo
escupirán. Y a golpe de matanza
lo clavarán:
¡y no podrán matarlo!
Lo pondrán
en el centro de la plaza,
boca arriba,
mirando al infinito.
Le amarrarán
los miembros. A la mala
tirarán:
¡y no podrán matarlo!
Querrán
volarlo y no podrán volarlo.
Querrán
romperlo y no podrán romperlo.
Querrán
matarlo y no podrán matarlo.
Querrán
descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo,
pisotearlo, desalmarlo.
Querrán
volarlo y no podrán volarlo.
Qerrán
romperlo y no podrán romperlo.
Querrán
matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer
día de los sufrimientos,
cuando se
crea todo consumado,
gritando
¡libertad! sobre la tierra,
ha de
volver.
Y no podrán matarlo.
CUARTO MUNDO
Poesía,
fiesta
brava
de la
palabra.
Contigo
me despierto
y sueño.
Contigo
me levanto
hacia un
aire más puro,
y los
vientos
del hombre
me cubren
con tu canto.
Poesía, agua
mansa
y regia,
cielo
revuelto
sobre el río
de los
hombres.
(De esa agua
he de
beber.)
Fuente clara
de la
palabra,
de la
palabra de estos tiempos
de fronda.
ALUMBRAMIENTO DE AFRODITA
El Cautivo
adora, como un perro, esa carne de tránsito, ese polvo tierno, aquel rostro
antiguo y perenne que llega a conocer con un beso su frente y sus ojos; que
llega a derramar en su sangre un óleo prodigioso, hasta ungirlo rey de la
tristeza. Así, el Cautivo sueña en su reino más íntimo, y así se consuela. Aquel
animal enfermo, como una ola se tiende ante el espejo -donde ella vive- y lame
amoroso la imagen, que allí queda pura e inaprehensible. Una sombra en la
desdicha es el Cautivo cuando, sonora como un árbol, surge en el viento la voz
que él persigue y lo cubre como una enredadera. Pero él ama, por toda su
sangre, a ese ídolo inefable, a aquella esfinge misteriosa y terrible, que
subsiste y estremece sus entrañas, abatiéndolo. Es así
cómo ante el Amor y cómo tras de la rosa nadie atina. Sólo desde los vastos
cielos del pensamiento desciende hasta nosotros, ante nuestros ojos, el
esqueleto del Amor. Sólo una lámpara dentro del pecho ilumina nuestra sangre
por toda la eternidad: bien puede ser un sueño el que dora nuestros párpados o
un rostro el que huye como un viento entre los dedos. Entonces,
sobre la tierra gloriosa, un vientre se abrirá al cielo. Las ingles de Venus se
encenderán de sangre y amor, para alumbrar lo que siempre adoramos durante la
noche, a través del poema.
amor canto coral a túpac
amaru. afrodita literatura peru
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