Huancayo: Parque de la Identidad |
Ayer, en la ciudad de Huancayo, a las 4 y 45 de la tarde, a los 94 años de edad, murió JUSTO SALAZAR GONZÁLEZ, el compositor noble y sencillo, casi anónimo, de AGUA ROSADA. Agua rosada llegó a ser uno de los huaynos más famosos de la segunda mitad del siglo XX en el hermoso valle del Mantaro. Sin duda, los que conocen bien el Perú que existe al otro lado de la cordillera, saben que Agua rosada es uno de los huaynos antológicos con los cuales logró fama el Picaflor de los Andes. El prestigio del Picaflor hizo que Agua rosada conquistara el alma de todo peruano identificado con el alma andina. Lima no quedó ausente.
Un detalle
surge entonces como necesario. Justo Salazar y el Picaflor fueron siempre
amigos y compartieron sin mezquindad alguna inquietudes musicales. Un buen
día, el Picaflor recibió el texto manuscrito de la famosa canción. Lo demás es
historia muchas veces contada y cantada, en diversos escenarios.
Justo
era un juglar de las fiestas familiares en el valle, acompañado o por una
guitarra o por una quena. Al lado de él, iban César Sánchez, Colonio y Lapa,
quienes además de cantar debían tocar un instrumento ligero, como otra quena,
otra guitarra o una mandolina. Era el conjunto que alegraba los cumpleaños de
mediados del siglo XX, sin mayor paga que la buena comida y los buenos tragos
que ofrecían los anfitriones. La generosidad iba de un lado a otro, sin
fronteras. Todos colaboraban con lo suyo y el ritmo de la vida era ligero,
saludable, un ayllu en supervivencia.
Agua rosada encierra
una historia larga de ser contada. Será para otro día. Claro que, en general,
diremos que es el canto doloroso por el abandono de la paloma amada. Esto
va en camino entre el sentimiento puro y el peso de la realidad que marca
llanto y arrugas. La imaginación se cuela porque se alimenta de los hechos
vividos, por uno mismo o por quienes caminan junto a nosotros.
Justo
Salazar compuso decenas de huaynos y sólo algunos alimentaron el repertorio del
Picaflor. Los demás ojalá se puedan rescatar alguna vez del tesoro familiar que
ahora queda sin el compositor casi desconocido. Precisamente, como en esos
recordatorios al soldado desconocido, he querido poner algunas líneas antes que
el siniestro olvido empolve el cariño que Justo tuvo por su tierra, por su
gente y por sus sentimientos.
Justo fue
puro sentimiento, difícil de ser entendido, pero noble hasta el final. No se
fue de enfermedad alguna sino de años. Tuvo tiempo suficiente para pedir que
adelantaran en su hogar la Navidad 2009 y para agradecer a la familia por todo
lo que le iban dando desde que ya había dejado la calle, luego el bastón y
finalmente la posibilidad de valerse por sí mismo.
Mi padre se
fue apagando poco a poco, como una velita, dijo al momento de la noticia Luz Enriqueta, en
medio de una congoja indecible. Es verdad, Justo, vuelvo a decirte, no
fue víctima de ningún mal usual en estos tiempos tan poco soportables a veces.
Se fue poco a poco, con una despedida irrepetible, irrenunciable, sin remedio.
El cuerpo fue cayendo en su destino, sin mal alguno pero vencido por el
tiempo, que va marcando el curso de la historia y donde cada ser humano
tiene un papel relativo, circunstancial, como un reto de "o lo tomas
o lo dejas".
Muchos
rincones del valle, Umuto, Aza, Incho, Cochas Chico, entre otros,
son testigos del niño huérfano que sin zapatos, apenas
vestido, caminaba sin queja por entre las hierbas a veces frías y a veces
tibias, a merced del clima y sus bondades o maldades. Más tarde, muchos
sintieron como suyas las emociones del joven que se hizo creador de huaynos sin
más riqueza que la vida envuelta en música y ternura.
Por todo lo
que nos diste sin cobrarnos un centavo, por tu despedida tan suave y
envidiable, te queremos Justo como siempre y más que siempre.
justo salazar. agua rosada.
folclore. huayno. huan
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