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sábado, 27 de junio de 2020

"AGUA ROSADA" ESTÁ DE LUTO

Huancayo: Parque de la Identidad

 Ayer, en la ciudad de Huancayo, a las 4 y 45 de la tarde, a los 94 años de edad, murió JUSTO SALAZAR GONZÁLEZ, el compositor noble y sencillo, casi anónimo, de AGUA ROSADA. Agua rosada  llegó a ser uno de los huaynos más famosos de la segunda mitad del siglo XX en el hermoso valle del Mantaro. Sin duda,  los que conocen bien el Perú que existe al otro lado de la cordillera, saben que Agua rosada es uno de los huaynos antológicos con los cuales logró fama el Picaflor de los Andes. El prestigio del Picaflor hizo que Agua rosada conquistara el alma de todo peruano identificado con el alma andina. Lima no quedó ausente.

Un detalle surge entonces como necesario. Justo Salazar y el Picaflor fueron siempre amigos y compartieron sin mezquindad alguna inquietudes musicales. Un buen día, el Picaflor recibió el texto manuscrito de la famosa canción. Lo demás es historia muchas veces contada y cantada, en diversos escenarios.

 Justo era un juglar de las fiestas familiares en el valle, acompañado o por una guitarra o por una quena. Al lado de él, iban César Sánchez, Colonio y Lapa, quienes además de cantar debían tocar un instrumento ligero, como otra quena, otra guitarra o una mandolina. Era el conjunto que alegraba los cumpleaños de mediados del siglo XX, sin mayor paga que la buena comida y los buenos tragos que ofrecían los anfitriones. La generosidad iba de un lado a otro, sin fronteras. Todos colaboraban con lo suyo y el ritmo de la vida era ligero, saludable, un ayllu en supervivencia.

Agua rosada encierra una historia larga de ser contada. Será para otro día. Claro que, en general, diremos que  es el canto doloroso por el abandono de la paloma amada. Esto va en camino entre el sentimiento puro y el peso de la realidad que marca llanto y arrugas. La imaginación se cuela porque se alimenta de los hechos vividos, por uno mismo o por quienes caminan junto a nosotros.

Justo Salazar compuso decenas de huaynos y sólo algunos alimentaron el repertorio del Picaflor. Los demás ojalá se puedan rescatar alguna vez del tesoro familiar que ahora queda sin el compositor casi desconocido. Precisamente, como en esos recordatorios al soldado desconocido, he querido poner algunas líneas antes que el siniestro olvido empolve el cariño que Justo tuvo por su tierra, por su gente y por sus sentimientos.

Justo fue puro sentimiento, difícil de ser entendido, pero noble hasta el final. No se fue de enfermedad alguna sino de años. Tuvo tiempo suficiente para pedir que adelantaran en su hogar la Navidad 2009 y para agradecer a la familia por todo lo que le iban dando desde que ya había dejado la calle, luego el bastón y finalmente  la posibilidad de valerse por sí mismo.

Mi padre se fue apagando poco a poco, como una velita, dijo al momento de la noticia Luz Enriqueta, en medio de una congoja indecible. Es verdad, Justo, vuelvo a decirte,  no fue víctima de ningún mal usual en estos tiempos tan poco soportables a veces. Se fue poco a poco, con una despedida irrepetible, irrenunciable, sin remedio. El cuerpo fue cayendo en su destino, sin mal alguno pero vencido por el tiempo, que va marcando el curso de la historia y donde cada ser humano tiene un papel relativo, circunstancial, como un reto de "o lo tomas  o lo dejas".

Muchos rincones del valle, Umuto, Aza, Incho, Cochas Chico, entre otros,  son testigos del niño huérfano que sin zapatos, apenas vestido, caminaba sin queja por entre las hierbas a veces frías y a veces tibias, a merced del clima y sus bondades o maldades. Más tarde, muchos sintieron como suyas las emociones del joven que se hizo creador de huaynos sin más riqueza que la vida envuelta en música y ternura.

Por todo lo que nos diste sin cobrarnos un centavo, por tu despedida tan suave y envidiable, te  queremos Justo como siempre y más que siempre.



http://youtu.be/E47RvHniP3o

 

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