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sábado, 27 de junio de 2020

LA POESÍA ESENCIAL DE JAVIER HERAUD

Javier Heraud


Javier Heraud llegó a nosotros justo en el momento en que teníamos ansiedad de literatura nueva. Llegó con la frescura de su juventud. Eramos del mismo tiempo cronológico y entonces resultó nuestro símbolo generacional en vida y obra. Teníamos el anhelo de una patria libre de conflictos internos y externos,con menos pobreza, sin analfabetos. Nos parecía una absurda paradoja que, por ejemplo, Cerro de Pasco, La Oroya o Morococha no gozaran de sus riquezas y que a mediano plazo serían lugares devastados. A la par, la literatura era un camino para describir o explicar nuestras inquietudes vitales, con una rebelde actitud en contra de los moldes tradicionales en contenido y forma. 

En este escenario llegó Javier Heraud, con una poesía plena de naturaleza y vida, donde los humanos somos  siempre esenciales a la vez que transitorios. Un auténtico canto a esta naturaleza resultó entonces El río, primer libro que el poeta dio a conocer en 1960, apenas a los dieciocho años de edad. Ofrecemos el poema que dio nombre al libro. El poema, además de su fusión real y metafórica con la naturaleza, es de una sintaxis nueva en nuestro panorama literario y con un logro musical de primer orden.

EL RÍO

I

Yo soy un río,

voy bajando por

las piedras anchas,

voy bajando por

las rocas duras,

por el sendero

dibujado por el

viento.

Hay árboles a mi

alrededor sombreados

por la lluvia.

Yo soy un río,

bajo cada vez más

furiosamente,

más violentamente

bajo cada vez que un

puente me refleja

en sus arcos.

2

Yo soy un río

un río

un río

cristalino en la

mañana.

A veces soy

tierno y

bondadoso. Me

deslizo suavemente

por los valles fértiles,

doy de beber miles de veces

al ganado, a la gente dócil.

Los niños se me acercan de

día,

y

de noche trémulos amantes

apoyan sus ojos en los míos,

y hunden sus brazos

en la oscura claridad

de mis aguas fantasmales.

3

Yo soy el río.

Pero a veces soy

bravo

y fuerte,

pero a veces

no respeto ni a

la vida ni a la

muerte.

Bajo por las

atropelladas cascadas,

bajo con furia y con

rencor,

golpeo contra las

piedras más y más,

las hago una

a una pedazos

interminables.

Los animales

huyen,

huyen huyendo

cuando me desbordo

por los campos,

cuando siembro de

piedras pequeñas las

laderas,

cuando

inundo

las casas y los pastos,

cuando

inundo

las puertas y sus

corazones,

los cuerpos y

sus

corazones.

4

Y es aquí cuando

más me precipito.

Cuando puedo llegar

a

los corazones,

cuando puedo

cogerlos por la

sangre,

cuando puedo

mirarlos desde

adentro.

Y mi furia se

torna apacible,

y me vuelvo

árbol,

y me estanco

como un árbol,

y me silencio

como una piedra,

y callo como una

rosa sin espinas. 

5

Yo soy un río.

Yo soy el río

eterno de la

dicha. Ya siento

las brisas cercanas,

ya siento el viento

en mis mejillas,

y mi viaje a través

de montes, ríos,

lagos y praderas

se torna inacabable.

6

Yo soy el río que viaja en las riberas,

        árbol o piedra seca

yo soy el río que viaja en las orillas,

        puerto o corazón abierto

yo soy el río que viaja por los pastos,

        flor o rosa cortada

yo soy el río que viaja por las calles,

        tierra o cielo mojado

yo soy el río que viaja por los montes,

        roca o sal quemada

yo soy el río que viaja por las casas,

        mesa o silla colgada

yo soy el río que viaja dentro de los hombres,

        árbol     fruta

        rosa       piedra

        mesa     corazón

        corazón y puerta

        retornados.

7

Yo soy el río que canta

al mediodía y a los

hombres,

que canta ante sus

tumbas,

el que vuelve su rostro

ante los cauces sagrados.

8

Yo soy el río anochecido.

Ya bajo por las hondas

quebradas,

por los ignotos pueblos

olvidados,

por las ciudades

atestadas de público

en las vitrinas.

Yo soy el río,

ya voy por las praderas,

hay árboles a mi alrededor

cubiertos de palomas,

los árboles cantan con

el río,

los árboles cantan

con mi corazón de pájaro,

los ríos cantan con mis

brazos. 

9

Llegará  la hora

en que tendré que

desembocar en los

océanos,

que mezclar mis

aguas limpias con sus

aguas turbias,

qaue tendré que

silenciar mi canto

luminoso,

que tendré que acallar

mis gritos furiosos al

alba de todos los días,

que clarear mis ojos

con el mar.

El día llegará,

y en los mares inmensos

no veré más mis campos

fértiles,

no veré mis árboles

verdes,

mi viento cercano,

mi cielo claro,

mi lago oscuro,

mi sol,

mis nubes,

ni veré nada,

nada,

únicamente el

cielo azul,

inmenso,

y

todo se disolverá en

una llanura de agua,

en donde un canto o un poema más

sólo serán ríos pequeños que bajan,

ríos caudalosos que bajan a juntarse

en mis nuevas aguas luminosas,

en mis nuevas

aguas

apagadas.

 

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